viernes, 28 de noviembre de 2014

LOS MONJES



 Vida de los monjes en los conventos.



Los monjes dieron a la Iglesia un contingente de misioneros de primera clase para la conversión de Europa. No solamente predicaban los evangelios, sino que rellenaban pantanos, fundaban escuelas, experimentaban con nuevas técnicas agrícolas y construían monasterios alrededor de los cuales crecían ciudades pequeñas como la de York o grandes como la de París.


En los "scriptoriums" (el término monástico equivalente a bibliotecas de investigación), escribieron copias perdurables de los libros griegos y romanos, conservando esta herencia del saber para todos nosotros. Hicieron todo esto convencidos de que la voluntad del Espíritu de Dios era la civilización del mundo.


San Benito fue el padre de los monjes de Occidente. Fundó su primer monasterio, Monte Casino, a mediados del siglo VI. La Regla de san Benito fue y sigue siendo una guía monástica hasta hoy.


En el mundo medieval, los monasterios hacían la función de «ciudades de Dios», al igual que las villas, los pueblos y las aldeas eran las ciudades de los hombres. Eran microcosmos en los que los hombres y mujeres allí reunidas se entregaban al trabajo y la oración; en un mundo oscuro y bárbaro fueron los que preservaron la cultura clásica para los siglos venideros


Las reglas eran las ordenanzas escritas que los monjes de las distintas órdenes monacales debían seguir. La primera regla para cenobitas de que se tiene constancia es la de san, escrita para sus monasterios de la Tebaida en Egipto; estas reglas se iniciaron cuando los cenobios, o monasterios, crecieron en número de monjes y hubo necesidad de una cierta organización. Muchas de estas reglas se conservan y gracias a ellas se tiene noticia de la arquitectura y disposición de algunos monasterios ya desaparecidos. Figuras importantes de la Iglesia Católica fueron San Agustín, San Basilio (su regla se obedece en todo el monacato cristiano oriental), San Benito, San Bernardo, San Bruno, y otros más —aunque san Bernardo no escribió ninguna regla sino que comentó y reinterpretó la de san Benito; y san Bruno no escribió ninguna regla pero creó un nuevo estilo de vida monástico, semi-anacorético)—. Las reglas estaban compuestas por capítulos que solían leerse en los monasterios en la sala capitular. En ellos se iba dictando una serie de normas a seguir, tanto de carácter espiritual como práctico y sobre la vida de los monjes (vestuario, comida, horas de sueño, trabajo, etc.)