HISTORIA DE LA BUENA
viernes, 28 de noviembre de 2014
LITERATURA
LOS POLVOS DEL VIRREY.
No refieren las crónicas callejeras, esas crónicas amenas que escuchamos en platicas sabrosas con los viejos, ni el nombre verdadero del protagonista, ni la época cierta en que acaeció el sucedido que hoy lanzamos a los vientos de la publicidad.
Pero el hecho fue tan cierto, como que todos los hombres son mortales, física, ya que no intelectualmente, pues de los académicos se dice que no lo son. Y el que dude puede consultar las citadas y verídicas crónicas, tan antiguas como sus autores.
Allá en el siglo XVII, como ahora, muchos no podían salir de perico-perros.
En la Secretaria de Cámara del Virreinato de Nueva españa, había un oficial escribiente, de aquellos que se momifican en su empleo y que a su muerte no sirven ni de pasto a los gusanos.
El sueldo apenas le era suficiente para vivir en una casa de vecindad, mantener a una esposa, obesa por hidrópica, y a una docena de escuálidos nenes, seis del sexo bello y los otros del masculino; pero todos extenuados por los ayunos.
Sentado en un gigantesco banco de tres pies, inclinado sobre la papelera despintada de la oficina, garabateando pliego tras pliego de minutas, nuestro hombre, a quien llamaremos D. Bonifacio Tirado de la Calle, pasaba las mañanas, las tardes, ya un los días enteros, de mal humor, aburrido, esperando con ansia la hora de comer y en especial la noche en la que, con su cara mitad, se consagraba al cultivo de jardines en el aire, tarea tan improductiva como inocente.
No había sorteo de la Real Lotería en que no jugara con afán, ¡y con qué ahinco desdoblaba el billete para ver si su número aparecía en la lista, que con toda puntualidad publicaba la Gaceta de D. Manuel Valdés!
Pero nada, la suerte siempre le era esquiva, y por centenar más y por unidad menos, el premio gordo caía en números de otros más afortunados que el buen D. Bonifacio.
Desesperado de esta situación, resmas de memoriales había escrito pidiendo un ascenso en las vacantes, y calvo se había quedado de arrancarse los cabellos en sus horas cotidianas de tribulación.
Cierto día en que el destino parece que se empeñaba en nortificarle más, pues su mujer, su único consuelo, y sus hijos, sus futuras esperanzas, se habian disgustado con él porque no los había llevado a la feria de San Agustín de las Cuevas, D. Bonifacio, al entrar en la oficina, gruñó sólo un saludo a sus colegas, se sentó en el tripié, se reclinó sobre el apolillado escritorio, la cabeza entre las manos y la mirada fija en las vigas del cedro secular, que sostenía la techumbre de la sala del Real Palacio en que se hallaba.
De repente el banco de tres pies rechinó por un movimiento brusco de D. Bonifacio, los ojos del buen calvo brillaron iluminados por la musa que inspira las risueñas esperanzas; tomo la de ave, y en papel sellado para el Bienio corriente, deslizó la pluma por espacio de veinte minutos, hasta que el ruido especial que produce ésta cuando se firma, indicó qu había terminado. En efecto, puso rúbrica, echó arenilla, escribió la dirección, y después de tomar su sombrero, su bastón y de dirigir un amabilisimo "¡buenas tardes, señores!" risueño y como unas pascuas encaminó sus pasos hacia la sala en que se encontraba el Secretario de Su Excelencia.
¿Qué había escrito? Un nuevo memorial al Excelentísimo Señor Virrey, Capitán Genreal y Presidente de la Real Audiencia de Nueva España.
Y una tarde, D. Bonifacio Tirado de la Calle encontrábase en la esquina del Portal de Mercaderes y Plateros, precisamente frente al lugar donde se colocaba desde aquellos remotos tiempos, el cartel del Coliseo. Se conocía que esperaba algo con ansiedad, pues su vista no se desviaba un ápice del Real Palacio.
Transcurrieron breves instantes. Los pífanos de la guardia de alabarderos anunciaron que el Excelentísimo Señor Virrey salía a pasear. Nuestro D. Bonifacio se estremeció. Un sudor frío recorrio todo su cuerpo; sintió como un hueco en el estómago y su corazón latía como si dentro le repicaran; pero espero con ansia aunque resignado.
Ya se acercaba el Virrey seguido de lujoso acompañamiento. D. Bonifacio sentíase aturdido. Como relámpagos cruzaron por su mente los desengaños de otros días, y una próxima esperanza le hacía ver color de rosa el lejano horizonte en que se destacaban el Real Palacio y la comitiva que ya iba a desfilar delante de su persona.
El Virrey, montado en magnífico caballo prieto, al llegar a la esquina del Portal, estiró las bridas del noble bruto, que arrojando blanca espuma por entre el freno que tascaba, se detuvo, respiró con fuerza y levantó las orejas de su primorosa cabecita, al encontrar sus ojos negros la pálida figura de C. Bonifacio.
El Virrey, com amable sonrisa, saludó a nuestro hombre, sacó con pausa del bolsillo una rica caja de rapé, de oro, con preciosas incrustaciones y ofreciéndosela, preguntó:
- Tirado de la Calle, ¿gusta vuesa señoría?
- Gracias, Excelentisimo Señor: que me place - Contestó el interrogado, acercándose hasta el estribo y aceptando con actitud digna, como de quien recibe una distinción que merece.
Despidióse el Virrey con galantes cumplidos que fueron debidamente correspondidos: y esta misma escena se repitió durante muchas tardes, en la esquina del Portal de Mercaderes y Plateros. La fortuna de nuestro hombre cambió desde entonces. Por toda la ciudad circuló la voz de que D. Bonifacio Tirado de la CAlle gozaba de gran influencia con el Virrey, y que éste tenía la única, la excepcional deferencia de ofrecerle tarde con tarde un polvo en plena esquina del Portal de Mercaderes y la calle de Plateros.
Muchos acudieron a la casa de D. Bonifacio en busca de recomendaciones, y muchos también le colmaron de obsequios.
D. Bonifacio Tirado de la Calle representaba su papel a las mil maravillas.
Se hacía a veces el hipocriton, diciendo que no valían nada sus recomendaciones, y otras se daba más humos que el portero de Su Excelencia. Empero los regalos menudeaban, la fama vocinglera daba más fuertes trompetazos cada día, y uno de ellos llegó a oídos del Virrey quien llamó a nuestro hombre y le dijo:
- He comprendido todo. Merece vuesa merced un premio por su ingenio.
Inútil nos parece reproducir el contenido del Memorial de D. Bonifacio; el lector lo habrá adivinado; y sólo añadiremos que el Virrey afirmaba que hubiera sido un mezquino el que no accediera a esa solicitud; detenerse en la esquina, ofrecer un polvo y marcharse.
Cuentan que D. Bonifacio Tirado de la Calle aseguró el porvernir de su familia.
Y ya se ve que lo aseguró, pues agregan las citadas crónicas callejeras que labró una fortuna con los polvos del Virrey.
TRADICIÓN ORAL
Es importante preservar todas las obras que nuestros antepasados nos dejaron, por lo tanto el hecho de que aquellas personas impartieran de manera oral alguna leyenda o mito pudo hacer posible mantener continuamente estas historias, que con el paso de los años han sido preservados por el humano, como legado cultural pues es de lo que se basan para saber o crear una idea de lo que se creía, se pensaba y se veía en ese entonces.
Quedando como legado cultural pasando de generación en generación .
Si no fuese por este hecho lo que ahora conocemos no estaría presente en nuestras vidas puesto que saber las tradiciones culturas de nuestros ancestros nos hace pertenecer no solo a un territorio si no también parte de una cultura.
Es una satisfacción saber que muchas personas lean y aprecien de manera escrita lo que en un pasado fue de manera oral,por que así preservamos cada uno de los datos históricos de su época que es importante mantener que los jóvenes de ahora puedan saber mas sobre sus antepasados puesto que ellos fueron la basa de lo que hoy es México y que se den una idea de lo que ven en este momento es fruto de la lucha continua de las mismas.
Y para conservar todo esto es importante que los adultos hagan que sus hijos se interesen mas en la historia de su pais y como se fue desarrollando para conseguir lo que es hoy en día.
VENTAJAS Y DESVENTAJAS DE LA ÉPOCA PREHISPÁNICA Y LA COLONIAL
ÉPOCA PREHISPÁNICA Y COLONIAL.
En la Época prehispánica se desarrollaron miles de cosas, como es el caso de las matemáticas, los indígenas eran muy inteligentes pero muchas veces no usaban la razón, hacían cosas que ponía en riesgo su vida pero aun así lo hacían.
El ataque de los Aztecas hizo que la paz entre los pueblos se deformara puesto que ellos mataban a cuanto pueblo paraban para ofrecer su corazón a los dioses en que ellos creían.
En la época prehispánica los indígenas estudiaron cada punto del cielo que ellos observaban y mediante a ese estudio se daban cuenta de que manera estaba creado.
El desarrollo del uso del cero y del vigesimal fue una base muy importante para las matemáticas, es por eso que si no hubiera sido por aquellos indígenas las matemáticas no serían lo que son ahora, o simplemente no existirían.
La época colonial fue un gran flote para el inicio de la modernización, se empezó a usar la razón se empezaron a usar más las tierras que el territorio poseía, empezó a desarrollarse la tecnología así como también nuevos métodos de investigación.
Durante esta época se empezó la minería, la cual fue una gran fuente económica para la corona, en las minas trabajaban esclavos tanto indios como de raza de color.
Sin embargo aunque en esta época se crearon grandes e importantes cosas para el desarrollo de la sociedad moderna, los conquistadores esclavizaron a los indígenas los maltrataron, gastaron recursos que no eran suyos, los cuales eran llevados a la corona.
En conclusión amabas épocas dejaron demasiadas cosas que nos ayudaron para poder desarrollarnos como pueblo, sin embargo para llegar a lo que tenemos ahora tuvieron que pasar por muchas guerras. Hay que aclarar que puede ser que si los españoles no hubieran llegado a América hoy México no sería lo que es, tendríamos otras costumbres, puede ser que otro idioma, sin embargo el pasado se queda en pasado, y hay que disfrutar lo que nuestros antepasados nos dejaron.
PIRATAS EN LA NUEVA ESPAÑA
FRAY PEDRO DE GANTE
FRAYPEDRODEGANTE
(PedrodeMura1490-1572)
El 27 de abril de 1522, Fray Pedro de Mura salía del convento de San Francisco en la ciudad de Gante, en Bélgica, rumbo a España, para embarcarse en una misión a América.
Mejor conocido como Pedro de Gante desarrolló desde su llegada a Hispanoamérica en 1523 una incesante labor de enseñanza y estructuración del sistema educativo, que con posteridad serviría como base para que desarrollasen su labor evangelizadora y pedagógica muchos otros religiosos y educadores laicos.
La singular concepción de la enseñanza de Pedro de Gante, que consideraba su labor como permanente e integrada en su vida diaria, le hizo aprender la lengua indígena para poder así llegar mejor a sus educandos.
Fundador de numerosas escuelas, la primera en Texcoco, tuvo alumnos de todas las edades y se granjeó el afecto y la admiración de todos los rangos sociales, tanto nativos como españoles.
Entre sus obras se encuentra la Doctrina Cristiana en lengua mexica, publicada en la ciudad flamenca de Amberes en 1528 y en México en 1533 y las cartas (1532-1552) al emperador Carlos V.
Pedro de Gante murió en la ciudad de México en 1572 y se le reconoce como uno de los grandes misioneros que evangelizaron el continente Americano.
Fue un hermano que sobresalió como apóstol de los mexicanos, defensor de ese pueblo conquistado y gran enamorado de la cultura indígena.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)